La PORNOGRAFÍA y nuestros hijos e hijas.
Para empezar de manera directa y clara, podríamos entrar en el debate sobre los contenidos pornográficos, el escándalo que estos nos sugieren como son la centralidad de la sexualidad en lo genital, el coito como único elemento de referencia, los números desmesurados en tiempo y medida, la falta de igualdad y respeto entre hombres y mujeres, la estética y los estereotipos sexuales de sumisión y dominio que generan, el uso del cuerpo de la mujer como un objeto, la frivolización de prácticas de riesgo… Podríamos prologar este párrafo hasta el final del post.
Pero, como siempre, estamos escribiendo esto para ayudar y no para asustar. Para partir de la realidad que existe y adaptarnos a ella, y no solo para lamentarnos pasivamente de su existencia.
¿Qué podemos sugerir a las familias para “orientar” a sus hijos e hijas ante la inevitable presencia de la pornografía?
Cuando los que hoy somos padres y madres pensamos en el acceso a la pornografía en nuestra adolescencia, vienen al recuerdo las películas codificadas de Canal + o aquellas revistas furtivas, la sección semioculta en el videoclub…
La Revolución Tecnológica, la expansión de internet y las redes sociales han supuesto un gran cambio en la nueva pornografía. Su fácil acceso unido a la curiosidad sexual propia de la adolescencia, han generado una nueva realidad, que no por silenciosa debe ser desatendida.
Las familias e incluso los propios jóvenes hablan muy poco sobre el tema; pero estudios recientes nos obligan a ocuparnos de ello, ya que no hacerlo supondría una falta de rigor científico, preventivo y educativo.
Esta nueva realidad, nos obliga por responsabilidad a salir de la “zona de confort” y adentrarnos de lleno en un abordaje consciente y continuo del tema.
Hay estudios que muestran datos que deben ser tenidos en cuenta, tanto por parte de las familias como por el resto de agentes educativos. En concreto nos referiremos a este: Estudio de la nueva pornografía y relación sexual en jóvenes. Lluis Ballester Brage, Carmen Orte Socías, Rosario Pozo Gordaliza. 2014.
Siguiendo el estudio citado, vamos a mostrar solo algunos datos:
- El 92,3% de jóvenes de 16 a 22 años, accede a pornografía a través de Internet. Este dato lo obtenemos de la suma de jóvenes que lo hacen “varias veces por semana” (53,8%) o “a diario” (38,5%), no hemos incluido los datos de consumo “ocasional” (7,7%).
- Y analizando estos datos por sexo, en jóvenes de 16 a 29, los datos nos indican lo siguiente: 90,5% de varones acceden a pornografía y un 50% de mujeres. Dando una media de acceso a pornografía a través de internet del 73%.
Ante esta realidad tenemos 2 opciones: pensar que nuestro hijo, y por extensión su entorno de amistades, forma parte de ese 27% que no accede a pornografía a través de internet… o bien, asumir que la influencia de la pornografía es una realidad en los jóvenes actuales, incluido nuestro hijo, aunque esté situación esté silenciada.
Volviendo al espíritu de este blog, que ya dejamos claro al principio: queremos ayudar y no asustar; lo que realmente nos parece importante, y que los jóvenes muchas veces no perciben, es que la pornografía es una ciencia ficción de las relaciones sexuales.
El riesgo está en llevar esta ciencia ficción, propia del ámbito de la fantasía, los efectos especiales, la magia, la exageración, los mundos virtuales… a la realidad. Las expectativas generadas son en todo punto irreales, con modelos imposibles de cumplir… Lo que inevitablemente llevará a altos grados de frustración en nuestros hijos e hijas, sino hacemos de ellos personas críticas y con expectativas realistas (real es el reverso de ficción).
En este sentido la realidad es tozuda, y nuestro día a día en el aula nos lo demuestra. De forma habitual, nuestros jóvenes basan sus argumentos y reflexiones en informaciones y contenidos de ámbito pornográfico (“pues yo vi un video,.. en un peli que me pasaron yo me enteré…”)
El gran riesgo es que nuestros hijos tomen la pornografía como fuente significativa y central de su Educación Afectiva y Sexual, trasladando estos contenidos a su realidad cotidiana y que se conviertan en el objetivo o el referente al que llegar.
El fácil acceso a la pornografía, unido a la falta de diálogo sexual en el ámbito familiar y en el escolar, aboca a estos jóvenes a una vivencia silenciosa y oculta de esta realidad.
Los padres y madres actuales: crecíamos y creíamos sobre todo, con aquello que nos contaban y vivíamos en primera persona. Nuestros hijos son la generación de la imagen y de lo virtual: aquello que se ve en una pantalla es lo que existe. Pensemos cómo su vida se circunscribe al ámbito virtual: selfies, likes en redes, número de seguidores…
Proponemos confrontar esta “pornografía” con un trabajo cotidiano en:
- Diálogo sexual, si se puede, si no, opinión constante en presencia de nuestros hijos e hijas.
- Reflexionar sobre la importancia del respeto a los deseos individuales, a las características personales de cada quien.
- Entender la sexualidad como un modo de socialización, de afecto y no tanto de logros y resultados que atesorar.
La pornografía será peligrosa si la familia no interviene. Los valores y normativas éticas que cada padre y madre posean, serán siempre un referente de ayuda, para hacer de contrapeso a lo que sus hijos perciban.
No se trata de alarmar, ni de demonizar las nuevas tecnologías, ni los avances sociales… Todo lo contrario: esta nueva generación tiene unas posibilidades jamás soñadas y nos alegramos de ello.
Debemos ser conscientes que en muchas ocasiones los mensajes que les damos desde la familia y los centros educativos chocan de frente con los que reciben desde el ámbito virtual; y no podemos obviar el gran poder que estos ejercen de manera constante y permanente. Pero todo choque, frena de algún modo el impacto de las fuerzas que interactúan. Dejarlas sin “confrontar” hará que su recorrido sea mucho mayor.
Podemos estar tranquilos cuando nuestros hijos están en casa, sentados en el sofá o tumbados en su cama… pero si entre sus manos tienen un Smartphone, debemos asumir que están abiertos al mundo, con todas las consecuencias e implicaciones que ello supone, buenas y no tanto. La familia deber tutorizar y supervisar, en la medida de lo posible, el uso de estos nuevos recursos de comunicación, a través de los cuales nuestros hijos se comunican y reciben más información de la que pensamos.
No se trata de censurar o prohibir. La experiencia nos dice que esto nunca ha dado buenos resultados. Se trata de ayudarles y enseñarles a reflexionar, de colaborar en su crecimiento diferenciando la ficción de la realidad, las fantasías de las conductas, lo real de lo ficticio. En una palabra, ayudarles y facilitar en un crecimiento sano en el momento y con los recursos que hoy tienen a su alcance.
Tomemos el pulso de los nuevos tiempos, y asumamos que una buena Educación Afectivo Sexual desde la infancia marcará el camino del éxito.
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